Hoy quiero compartir con todos ustedes una publicación un poco más personal. No todos saben que fui religioso durante 13 años de mi vida. Desde los 20 hasta los 33 años. Fue un tiempo muy hermoso que realmente me marcó profundamente. Algunas personas que dejan la vida consagrada sienten que perdieron tiempo valioso que podrían haber utilizado en otras cosas; en mi caso, no es así. Siento que fue un tiempo que me ayudó a construir una mirada hacia mí mismo y hacia la realidad, una mirada que considero una verdadera bendición.
En ese sentido, creo que esos años como religioso me prepararon de muchas formas para convertirme en emprendedor y asumir la responsabilidad de un proyecto que tiene un impacto positivo en la vida de miles de personas.
Sé que la mayoría de las personas aquí no han sido religiosas y probablemente se estén preguntando: “Bueno, ¿pero esto qué tiene que ver conmigo?”. Sin embargo, les pido que me acompañen en estas reflexiones, y verán que la perspectiva que me dio la vida religiosa no es demasiado lejana a la que cada uno de ustedes puede tener respecto a su propia vida y su propio trabajo. Aquí vamos.
Mi emprendimiento no está en manos de los vaivenes del mercado
El mercado y sus cambios repentinos son algo que aterra a cualquier emprendedor. “¿Qué pasa si todo cambia?”, “¿Si otra pandemia transforma el comportamiento de mi público objetivo?”, “¿Qué sucede si mi producto deja de ser relevante o si dejo de innovar?”. Todas estas preguntas y miedos son completamente válidos, y hacen que los emprendedores siempre tengamos un ligero parpadeo de tensión en la pupila del ojo.
No puedo decir que yo no tenga miedo a todos estos cambios; sería una mentira. Pero, desde el inicio de Catholic Link, pienso que este proyecto nació con un propósito, y, de alguna manera, terminará cuando Dios quiera. No es que no me dé miedo que el proyecto cierre —acuérdense que con este proyecto sostengo a mi familia—, pero me da una cierta tranquilidad saber que el proyecto no depende únicamente de mis errores o aciertos, ni de los de mi equipo, sino que misteriosamente se sostiene de algo que va más allá de cualquier cálculo humano.
En lo práctico, navegar con esta certeza nos ha dado unos cuantos momentos de serenidad en épocas difíciles, permitiéndonos tomar decisiones sabias que han tenido un impacto muy positivo en el proyecto, especialmente durante la pandemia.
Yo no soy mi emprendimiento
Con frecuencia, los emprendedores medimos nuestro valor con base en cómo le va a nuestro emprendimiento. Algunos llegan a extremos de pensar que no serían nadie si no hubiesen alcanzado el éxito que lograron.
En mi caso, me siento feliz de mis logros como emprendedor y disfruto del impacto y el reconocimiento que he obtenido por ello. Pero, siendo completamente sincero, creo que la vida religiosa me ayudó mucho a mirarme desde los ojos de Dios, y no desde mis logros o fracasos personales.
No dudo que el fracaso de mi emprendimiento me dolería profundamente y representaría un buen golpe para mi ego. Sin embargo, creo que no tendría un impacto duradero en mi autoestima. Después de todo, Dios ama a todos sus hijos por igual, sin importar cuán buenos emprendedores sean.
No soy el CEO de mi emprendimiento
Esta es una de las cosas más lindas que me ha dado la vida religiosa, y quiero explicarlo. Muchos emprendedores somos la cabeza o los CEO de nuestros emprendimientos. Tener esa responsabilidad puede parecer increíble para algunos, pero, en realidad, es una posición muy difícil y solitaria. No tener un jefe al cual reportar y tener la última palabra para definir qué ideas se ejecutan y cuáles no, es una responsabilidad muy grande de sobrellevar.
En mi caso, por haber iniciado mi emprendimiento durante mi tiempo como religioso, siempre he sentido a Dios como el verdadero CEO del proyecto. Es a Él a quien le reporto mis decisiones más importantes y de quien busco una especie de aprobación antes de ejecutarlas. En esta relación jerárquica con Dios, me he sentido acompañado como jefe y, además, he aprendido lecciones muy valiosas. Por ejemplo, así como siento que Dios escucha mis opiniones y les da un espacio, yo también he aprendido a escuchar a las personas que trabajan conmigo y a delegar tareas realmente importantes.
Soy socio de Dios
Quizás alguno pueda haberse llevado la impresión de que las tres reflexiones anteriores parecieran poner en segundo lugar el trabajo y la iniciativa del emprendedor. Pero no es así, y por eso quiero cerrar con esta cuarta idea o enseñanza que me parece esencial.
Dios realmente me quiere como socio, no como su empleado. Un empleado recibe órdenes y las cumple; un socio se sienta a la mesa, aporta propuestas, las discute y llega a acuerdos. Esos acuerdos se convierten en planes que se ejecutan. Luego, se obtienen resultados positivos o negativos que implican responsabilidades compartidas. Eso es lo que Dios quiere para nosotros: escucharnos, entendernos, discutir nuestras ideas y llegar a acuerdos que se conviertan en planes para transformar el mundo y el corazón de las personas.
Si bien siempre he sentido que mi emprendimiento está en las manos de Dios, que Él es el CEO y que mi identidad no depende de mi éxito como emprendedor, no por eso he descuidado ni un ápice mi trabajo. Siempre he sabido que Dios realmente cuenta conmigo y me necesita para que este proyecto sea una realidad.
Dios quiere que yo sea su socio en mi emprendimiento, y no su empleado.
Espero que estas reflexiones les den algunas luces y los ayuden a involucrar un poco más a Dios en sus emprendimientos. Creo que Dios aporta una paz y una serenidad supervaliosas a la vida del emprendedor, sin descuidar ese llamado al compromiso y a ser socios suyos por el bien de los demás.
🚀 Consejo de productividad o tecnología
Quiero contarles que siempre he odiado el SPAM y durante mucho tiempo busqué una plataforma para gestionar los correos electrónicos que me llegan donde se pueda bloquear a los remitentes de manera fácil. Todas esas cosas las tiene Spark y por eso, desde hace más de 2 años, es la aplicación que utilizo. Se las recomiendo.
📚 Un libro o una película
Vamos por algo más de marketing esta vez. Creo que El Método Lean StartUp de Eric Ries es una lectura obligatoria para todo emprendedor. Creo que es un libro donde brillan todos los principios del Design Thinking y son aplicados de una forma magistral al mundo digital. Lo recomiendo mucho.
Como siempre, me ayudan mucho si responden:
El mejor socio. En mi vida profesional he tenido jefes muy preparados egresados de Stanford y de Mayte así como empresarios con mucha experiencia. Pero ninguno se compara con la orientación señor nos da.
Saludos Mauricio!
Me ayudó mucho está reflexión, el tenerlo a Dios de socio es algo que no había pensado, siempre entrego mis proyectos, pero esto es un paso más y creo muy importante, muchas gracias